Treballadores de la cultura

Ja fa temps que tinc una obssessió. I em ve de gust compartir-la amb vosaltres, fins i tot corrent el risc que em prengueu per ximple o que penseu que estic d’allò més equivocada. Crec que hauríem de deixar de parlar d’actrius, músics, escriptores… i començar a dir les coses pel seu nom, treballadores del teatre, treballadors de la música, treballadores de la literatura… Sí, ja ho sé, d’entrada sona fatal, però tot és qüestió de temps, i costums, o no recordeu quan ens deien que no havíem de dir bocadillo sinó entrepà? I d’altra banda, si parlem de treballadors i treballadores del sector tèxtil o de l’automoció, per què no podem fer el mateix amb els treballadors i treballadores dels diferents sectors culturals.

I a què ve aquesta obsessió, us preguntareu. Doncs mireu, ve perquè estic cansada, molt cansada, d’haver de justificar un dia i un altre que la cultura ni és ni pot ser gratis perquè és l’obra, l’art i la feina de qui la crea i produeix. Sí, no em direu que no us han dit mai allò de per què he de pagar per una cançó que vull escoltar al meu mòbil si la trobo gratis a internet. I qui diu una cançó, diu un llibre, una pel·lícula… I de sobte et trobes explicant què són els drets d’autor i que qui ha creat aquesta cançó, llibre o pel·lícula viu d’això, tant ell o ella com totes les persones que treballen a la cadena de producció. I tot i així costa que t’entenguin, i et miren com si estiguessis parlant en suahili.

Estic cansada, molt cansada, d’haver de justificar un dia i un altre que la cultura ni és ni pot ser gratis perquè és l’obra, l’art i la feina de qui la crea i produeix

I per què ens passa això? Doncs perquè en el nostre marc mental (ai, el meu estimat Lakoff), no percebem el músic, l’escriptora o l’actriu com a treballadora sinó com algú que s’ho passa d’allò més bé fent el que fa, i punt. Bé, i punt no, perquè hi ha qui va més enllà i encara creu allò dels artistes com a éssers dropos, borratxos i de vida nocturna dissipada. Està clar que fins que no substituïm aquest marc mental pel real, el d’unes persones treballadores, que hi destinen hores i hores i que tenen uns drets laborals que s’han de respectar, no ens en sortirem de fer entendre que la cultura no és gratis. Evidentment, aquesta no pot ser l’única estratègia, també cal un programa educatiu clar i tantes i tantes mesures que no cabrien en aquest àtom. Però això són figues d’un altre paner, que concerneixen als governs  corresponents. Ara bé, el fet de canviar el llenguatge, i per tant resituar el marc mental, ens concerneix a cadascú de nosaltres. Ens hi posem? Comencem a parlar de treballadors i treballadores de la cultura i dels seus drets laborals?

 

Article publicat a Club Còrtum l’1 de febrer de 2021

La banda sonora de la pandemia

Yomequedoencasafestival, 418.000 seguidores en instagram, más de 83 horas de música con 163 artistas, 26.000 seguidores en youtube y ya están haciendo programas musicales por IG Live.

Resistiré, del Duo Dinámico, grabado por más de 30 artistas. Los fondos son para Cáritas. Más de 27.000.000 visualizaciones en youtube desde que se subió, el 1 de abril.

Però a tu lado, todo un himno de Los Secretos, interpretado por la banda con más de 20 artistas. Los fondos van para la campaña #NuestraMejorVictoria, de Cruz Roja. Más de 321.000 visualizaciones en youtube en sólo cinco días.

20 de Abril, de Celtas Cortos, interpretado por la banda junto a varios artistas. Más de 2.580.000 visualizaciones en youtube en 13 días.

Begoña Alberdi. Cada día sale a su balcón a cantar alguna área de ópora para sus vecinos. Y luego las comparte en su facebook. De media, todas tienen más de 300 reproducciones.

Rozalén, concierto en directo en IG Live. Más de 57.000 personas conectadas.

Todos y todas ellas conforman, junto a tantísimos más, la banda sonora de la pandemia. Nos regalan música en directo, regalan su trabajo para recaudar fondos para luchar contra la Covid-19. Su solidaridad y generosidad está en boca de todo el mundo. Nos acompañan y nos ayudan ¡Es de agradecer, y mucho!

Pero creo que ha llegado el momento de aprovechar este tiempo de soledad compartida para ir más allá. Para superar la solidaridad.

Quizás sea la hora de aprovechar esta coyuntura y usar toda nuestra creatividad colectiva para encontrar nuevos formatos y nuevas formas de negocio musical

Así que, si se pueden hacer conciertos por instagram, facebook y otras plataformas, si se pueden grabar clips a distancia, quizás sea la hora de aprovechar esta coyuntura y usar toda nuestra creatividad colectiva para encontrar nuevos formatos y nuevas formas de negocio musical. Artistas, industria, público y administraciones juntos debemos trabajar para encontrar estos nuevos formatos de distribución, pero también de presentación de discos, de promoción y, por qué no, de conciertos. Somos mediterráneos, ibéricos, sureños, nos gusta el contacto humano, y nada reemplazará la emoción colectiva que se genera en un concierto, ni debe hacerlo, pero si ahora que estamos confinados y confinadas en nuestros hogares estamos aprendiendo a disfrutar también, y remarco el también, de la buena música desde casa, ¿por qué no explorar este camino? ¿Por qué no salas de concierto virtuales en las que compres tu entrada y te den el código para entrar? ¿Por qué no, si los conciertos pueden aceptar sólo un tercio de su aforo, vender también entradas para seguirlo por streaming?

De la misma manera que vemos la tele de otra manera, de la misma forma que el libro en papel y digital conviven, quizás haya llegado el momento de que la música haga el salto y lidere una pequeña gran revolución que supere las plataformas musicales existentes y nos ofrezca nuevas experiencias que acaben conviviendo con las tradicionales.

Quizás haya llegado el momento de que la música haga el salto y lidere una pequeña gran revolución que supere las plataformas musicales existentes

Creo sinceramente que se abre una oportunidad de negocio, de negocio sí, no lo olvidemos, la música es un trabajo para todos los que viven de ella, y un negocio que da sustento a muchas famílias. Nuevas formas de negocio musical, de ofrecer ese producto que en esos días se nos ha revelado más necesario que nunca. Y como escribía más arriba, abrir nuevos caminos que se sumen a los ya existentes. Renovarse o morir, que dicen, pues ¿mejor renovarse, no?

Sólo es una idea, quizás loca, quizás sin yo saberlo ya explorada y descartada por quiénes saben mucho más, pero ahí lo dejo. Y mientras tanto, ¿me ayudáis a crear la banda sonora de la pandemia? Visibilizemos los músicos que están dando lo todo en estos días en esta lista colaborativa que sólo he empezado a esbozar: https://www.youtube.com/playlist?list=PL7fkFdRSiDz6qjlAqhTiHbzBaBqT8aC7A&jct=GzOf4-mi4vs6UX_tJ0mk7Kz3sX–GQ

Porque, como sabiamente dijo Fiedrich Nietzche, la vida sin música sería un error.

 

Artículo publicado en Club Còrtum el 6 de mayo de 2020

¿Gratis sí y pagando no?

Estos días me llama la atención como, de repente, hemos visto la luz y hemos entendido parte del gran valor que tienen la cultura y el periodismo profesional en nuestras vidas.

El mundo de la cultura y el periodismo demuestran su generosidad y solidaridad ofreciendo su trabajo gratis para ayudar a pasar el confinamiento y para que podamos informarnos con veracidad. Hoy aplaudimos su profesionalidad y acudimos a ellos y a ellas para que nos acompañen y nos hagan más llevadero el confinamiento; disfrutamos con esos conciertos en directo en instagram, nos paseamos por los museos virtuales, acudimos a las salas de cine digitales y nos acordamos de las bibliotecas electrónicas; y consumimos más periodismo que nunca, porque en esos días, si algo nos queda claro es que la información veraz y contrastada que necesitamos en ese tiempo lleno de incertidumbres sólo nos la ofrecen los y las profesionales que lo están dando todo para que sepamos lo que ocurre, pero también para acompañarnos en la soledad de nuestro hogar.

Sugiero que cuando salgamos al balcón a aplaudir, nos acordemos también de la gente de la cultura y el periodismo

Sugiero pues que cuando salgamos al balcón a aplaudir, nos acordemos también de la gente de la cultura y el periodismo, que sea desde sus puestos de trabajo o desde su casa, nos acompañan y nos ayudan a ser seres más críticos, más autónomos y, por qué no, algo más felices.

Y sugiero también que aprovechemos esos días para reflexionar un poco. ¿Os habéis dado cuenta de que parece que hoy hayamos descubierto a todos y todas esas profesionales como la copa de un pino que ya estaban ahí hace un mes y ni siquiera los mirábamos, o peor aún, nos indignábamos por el precio de su trabajo? ¿Cuantas veces os habéis quejado por el coste de un concierto, un libro o una obra de teatro, cuantas veces habéis discutido por los contenidos periodísticos digitales de pago?

Cultura e información contrastada y bien elaborada por profesionales deberían ser nuestro alimento espiritual contínuo

Está claro que hoy todos ellos y todas ellas forman parte de nuestra supervivencia. Y yo me pregunto, ¿forman parte de nuestra supervivencia sólo ahora, que no podemos movernos de casa? ¿O deberían ser parte esencial de nuestra supervivencia habitual como individuos y como sociedad? La respuesta es clara, clarísima para mí. Cultura e información contrastada y bien elaborada por profesionales deberían ser nuestro alimento espiritual contínuo. Aprovechemos estos días de confinamiento para reflexionar sobre ello y quizás, sólo quizás, cuando eso pase, seamos capaces de mirarles de otro modo, de entender, aceptar y valorar que su trabajo, como el de todos nosotros y nosotras, tiene un precio porque conlleva un esfuerzo, un aprendizaje y una elaboración. Que su trabajo nos aporta un valor incalculable como individuos y como sociedad.

 

Artículo publicado en Club Còrtum el 20 de marzo de 2020