No me olvidéis nunca

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. ¿Eso es bueno? No lo sé. Mi padre llora. Llora mucho. Con las manos hacia el cielo. Implorando. De rodillas. Delante de casa. Aquí, en el que ha sido nuestro último hogar, estamos mi madre, mis hermanos y yo. Mi padre ha salido. Llegaba un camión. Y ha ido a por un poco de comida. Hace mucho que no comemos como siempre. Sabes, soldadito de papel, a veces tenemos suerte, y nos partimos un poco de pan. Y si tenemos mucha suerte, nos llega para un plato de sopa vacía. ¿Qué no entiendes soldadito? ¿Lo de la sopa vacía? Pues es muy fácil. La sopa vacía es la que no tiene nada, sólo líquido. Es como agua con un poco de sabor. Mamá dice que alimenta algo más que el agua. Si ella lo dice, será verdad.

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. No tenemos nada. Bueno, sí, tenemos bombas, muchas bombas. Y a veces unos soldados que nos disparan cuando jugamos. El otro día mataron a Ahmed mientras dibujaba en el suelo con un trozo de carbón de un edificio que había ardido por las bombas. Le gustaba mucho dibujar, a Ahmed. Este día, en el trocito de calle que no tenía escombros, dibujó a su família, a su padre, a su madre, a sus hermanos… aprovechó la sangre que  había en la calle para ponerles la cara rosada. Porque decía que la última vez que los había visto, en la entrada de su casa, estaban blancos y fríos. Ahmed era un niño triste porque ya no tenía ni papá ni mamá ni hermanos. Le gustaba dibujar. Yo creo que dibujaba para quitarse el dolor y el horror, porque sus dibujos eran siempre o muy tristes o daban mucho miedo. Yo creo que es como se sentía. Dibujaba bien. Ya no dibujará nunca más. Los soldados le dispararon. ¿Por qué? ¿Por qué nos disparan? ¿Por qué nos tiran bombas? Lo he preguntado muchas veces a los mayores. Pero nunca saben responderme. O sí. Pero yo no entiendo nada. Dicen que hay un señor que nos odia por lo que somos y nos quiere exterminar. Exterminar. Qué palabra tan fea, ¿no? Tuve que preguntar qué quería decir porque no lo sabía. Me dijeron que era matar a todo un pueblo, eliminarlo de la faz de la tierra. Ya decía yo que era una palabra muy fea. Ex-ter-mi-nar. Y si la dices despacio es como si te mataran poco a poco. Ya verás. Pruébalo. Ex-ter-mi-nar. ¿No ves a un señor con una metralleta a punto de matarte, pero a cámara lenta? Como en esas películas ridículas. Pero eso no es ridículo, no, que exterminar es muy fuerte. Cuando papá me lo contó pensaba que era un exagerado, como en esos cuentos que a veces aún explica a mis hermanos pequeños. Pero igual es cierto, porque yo tendré siempre 11 años. Sí, soldadito de papel. Tu no me olvides nunca.

El otro día mataron a Ahmed mientras dibujaba en el suelo con un trozo de carbón de un edificio que había ardido por las bombas

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. Amina. Es un nombre bonito, ¿verdad que sí? Papá siempre me dice que tengo un nombre tan bonito como yo. ¿Ya no podrá decírmelo nunca más? O quizás sí podrá seguir diciéndomelo, ¿pero yo lo oiré? Ai, soldadito de papel, si mamá pudiera hablar, volvería a decirme aquello de “Amina, hija mía, deja de preguntar tanto, que todo lo quieres saber”. Y sí, siempre he querido saberlo todo. ¿Eso no es malo, verdad? Por eso me gusta ir a la escuela y aprender muchas cosas. Pero hace muchos meses que no podemos ir al colegio. Cuando nos fuimos de casa y vinimos aquí, había uno improvisado, pero no teníamos libros, ni papel, ni lápiz. No pudimos llevárnoslo de casa porque tuvimos que salir corriendo, corriendo. Que nos querían exterminar. Pero bueno, cuando llegamos, aunque no tuviéramos libros ni papel ni boli, había profes que nos enseñaban cosas. Y así también pasaba el tiempo más rápido. Aunque siempre estábamos mirando al cielo, por si veíamos una bomba que nos quisiera exterminar. Teníamos miedo, mucho miedo, porque siempre estaban matando a personas a nuestro alrededor. No nos acostumbramos nunca a esas malditas bombas. Y cuando vemos a los soldados, todos corremos aterrorizados, pensando si hoy nos tocará a nosotros la bala. Siempre toca a alguien.

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. Nuestro profe nos decía que no debíamos tener miedo, que nosotros viviríamos eternamente. Lo dijo muchas veces. Y en una de ellas le pregunté cómo lo sabía, que viviríamos eternamente. Y me dijo que el mundo no nos olvidaría jamás. Es por eso que pienso que quizás sea bueno que tenga 11 años eternamente. Porque el mundo no me olvidará. Aunque no tengo muy claro que eso sea verdad, soldadito de papel. ¿Por qué iba el mundo a recordarnos cuando nos hayan exterminado si ahora no se acuerdan de nosotros? Fíjate. Nadie viene a ayudarnos, no nos traen comida, no nos salvan. Ay, soldadito de papel, yo no entiendo nada. Quizás porque sólo soy una niña de 11 años, pero creo que no. Creo que los mayores tampoco entienden nada. Les he escuchado muchas veces hablar, sobre todo desde que estamos en esta casa porque sólo tiene una estancia, me hago la dormida y escucho. He oído muchas veces a mamá decir aquello de “eso no tiene ningún sentido”, “qué hemos hecho nosotros para que nos pase esto”. Y papá nunca le responde. Él está callado, se la mira con tristeza y a veces la abraza. Pero nada más. Por eso pienso que ellos tampoco entienden nada. Cuando estábamos en nuestra casa, la de verdad, tenía que escabullirme para escucharlos. Aquella casa sí que era grande y bonita! Cuando tuvimos que irnos, papá y mamá lloraban todo el rato. Y nosotros. No queríamos irnos. No queríamos dejar a nuestros amigos, nuestros juguetes, nuestros libros. Fue tan difícil, soldadito de papel. Yo sentía que me arrancaban como una cebolla, a capas. Y a cada capa, el dolor era más intenso, como si me quitaran la piel a tiras. Quemaba. Quemaban mucho las lágrimas soldadito de papel… Y todo para qué, para llegar aquí y ya ves…

Ex-ter-mi-nar. Si la dices despacio es como si te mataran poco a poco

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. Ay, soldadito de papel, tu que conoces las guerras, ¿crees que alguien las entiende? No, ¿verdad? Es que no tienen mucho sentido. Imagínate. Siempre nos dicen que tenemos que ser buenos y luego, de mayores, van y se dedican a matar. ¿Por qué me matan soldadito de papel? Yo quería hacerme mayor, aprender muchas cosas. Ser médica para salvar a las personas de la muerte. Y ahora estoy aquí, bajo los escombros de mi última casa. Con mi madre y mis hermanos. Para siempre. Para siempre tendré 11 años. Y no sé si para siempre estaré bajo estos escombros, porque no sé si podrán sacarnos. De hecho, qué más da, llevamos meses entre escombros, cristales rotos, sangre, cadáveres y niños hambrientos como nosotros. Así que este es ya nuestro hogar. Sólo que me gustaría hacerme mayor. Pero no, nos han exterminado a mi madre, a mis hermanos y a mí. ¿Sería correcto decir exterminar hablando sólo de una família, soldadito de papel? ¿No lo sabes? Sí claro, ya sé que tu eres soldado y no profe de lengua. Pero es que tu no sabes nunca nada ¿Que los soldados no sabéis nunca nada? No me lo creo. Yo más bien pienso que sabéis mucho pero no lo decís porque os lo prohiben. Pero esa no es más que la opinión de Amina. ¿Tu me vas a recordar siempre soldadito de papel? Yo creo que nunca voy a olvidar a mi papá como lo veo ahora, mirando hacia los escombros de nuestra última casa, llorando, gritando, de rodillas, con los brazos alzados. Es la imagen de la destrucción. La nuestra, la de nuestros vecinos, la de nuestros amigos, la de todas las ciudades…

Papá, nos han exterminado.

Me llamo Amina. Tengo 11 años. Siempre tendré 11 años. ¿Eso es bueno? No lo sé. Mi padre llora. Llora mucho. Con las manos hacia el cielo. Implorando. De rodillas. Delante de casa. Aquí, en el que ha sido nuestro último hogar, estamos mi madre, mis hermanos y yo. Y tengo mucho sueño, muuu…

Programas increíbles

No sé si sois de los que véis cada jueves Duos increíbles en TV1. Yo sí. Me entretiene, me divierte, pero sobre todo, por encima de todo, vuelvo a disfrutar de buena música en directo en televisión. Y en la época de los playbacks televisivos y de apostar más por los talk shows y los reality shows, éste es un rara avis de programa. Es un concurso, sí. Un concurso en el que cantantes séniors hacen dúos con cantantes júniors y compiten entre ellos. Un concurso que nos da la oportunidad, por ejemplo, de escuchar a Víctor Manuel cantando El universo sobre mí de Amaral, o a Miguel Poveda la Vida Loca de Pancho Céspedes, o a Ana Belén Si tu no estás aquí de Rosana, o Carlos Goñi Sin documentos de Andrés Calamaro, a Diego Torres La fama, de Rosalía, entre otros. Grandes de nuestra música revisitando temas clásicos que no tienen porqué ser suyos. Un programa que nos da la oportunidad de conocer voces de jóvenes desconocidos para mí como Agoney, Yoli Saa, Antonio José, Chema Rivas, Nia, Paul Alone, La Cebolla o Marta Soto. Ah, y todos ellos acompañados por 23 músicos en directo.

¿A dónde voy con esa reflexión?

Pues es muy sencillo. A la necesidad, y la felicidad que me produce, que una televisión apueste por este formato. Porque la cultura, y en este caso la música, es alimento para el alma. ¿O ya hemos olvidado como nos ayudó a hacer algo más llevadero el confinamiento? En aquél entonces, músicos y bandas se lanzaron a instagram live, a veces probando este canal por primera vez, para ofrecer conciertos gratis que entretuvieran a la audiencia. Escribí sobre ello entonces. La música nos hace disfrutar, nos entretiene, nos acompaña en buenos y malos momentos, nos hace sentir y compartir. Y en este país tenemos grandes músicos, hombres y mujeres; sí, lo afirmo con rotundidad, tenemos grandes músicos de talla internacional. Y creo que ya era hora que una televisión pública volviera a apostar por ellos y ellas.

Tenemos grandes músicos porque tenemos grandes creadores. En todos los ámbitos de la cultura: la escritura, el teatro, la pintura, el cine, la escultura, el circo… Unos creadores y creadoras que merecen más proyección en la televisión pública. Necesitamos más programas increíbles que desde el entretenimiento, la diversión y la calidad máxima nos acerquen a nuestros escritores, a nuestras directoras de cine y teatro, a nuestras pintoras, a nuestros actores… Porque programas informativos sobe cultura ya los hay, y muy buenos, pero mucho me temo que quiénes los vemos somos quiénes ya amamos la cultura. Programas como Duos increíbles llegan a un abanico mucho más amplio de población, a quién hacen disfrutar de la cultura desde el entretenimiento.

Hace falta valentía e innovación para hacer llegar al máximo número de población el gran talento creativo de este país. Este programa lo consigue, ¿pero nos atreveremos a hacer programas de entretenimiento, divertidos, de teatro? ¿de cine? ¿de literatura? ¿de pintura? Y no vale caer en los típicos concursos de pregunta-respuesta. Tenemos grandes artistas y creadores, ¿por qué no los ponemos a pensar formatos innovadores, populares y entretenidos que popularicen su trabajo? Y ya de paso popularizamos la cultura y la sacamos de este ostracismo rancio que considera que es cosa de intelectuales con gafitas a lo Lennon.

¿Para cuando más programas culturales increíbles en la televisión pública?

 

Artículo publicado en Club Còrtum el 22 de noviembre de 2022

79% cultura

“La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamiento, que, en el curso de los siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado…”
André Malraux

He escrito muchas veces sobre la necesidad de tratar a creadores y creadoras como trabajadores de la cultura, sean trabajadores de la música, del teatro, de la escritura… para poner de relieve que no se trata de una actividad altruïsta para pasar el tiempo sino de profesiones de las que estas personas viven, o pretenden vivir. Aplaudí en su momento, en septiembre de 2018, la aprobación por unanimidad en el Congreso de los Diputados del Estatuto del Artista. Y siempre puse de manifiesto la necesidad de pasar del papel y las intenciones a la realidad y a la practicidad. Pues bien, en solo un año, la Comisión Interministerial para el Desarrollo del Estatuto del Artista, constituida en septiembre de 2021, ha logrado o está a punto de lograr 46 de las 58 medidas que contempla el Estatuto del Artista, eso es un 79%. Algunas de ellas ya han iniciado su tramitación legislativa y otras están en vías de hacerlo en breve.

En solo un año, la Comisión Interministerial para el Desarrollo del Estatuto del Artista ha logrado o está a punto de lograr 46 de las 58 medidas que contempla el Estatuto del Artista, eso es un 79%

¿Y eso qué significa?

Pues bien, estamos hablando de medidas como la reducción de los tipos de retención a cuenta del IRPF para los artistas, en casos de rendimientos inferiores a 15.000 euros anuales, del 15% al 7%, que se aplicará tanto para rendimientos de trabajo, como para rendimientos de actividad profesional, incluidos los anticipos por derechos de autor. También se ha aprobado la reducción del tipo de retención del IRPF para los contratos artísticos de duración inferior a un año, que pasa del 15% al 2%; una medida que permitirá, por ejemplo, recuperar la retención reducida al sector de los figurantes.

Más ejemplos de medidas, en este caso en proceso: se ha iniciado ya el estudio y debate de una propuesta para adaptar el sistema de cotizaciones del régimen de autónomos a las especificidades de la actividad de los autónomos culturales. Porque la intermitencia de muchos profesionales de la cultura no es tanto de actividad, sino de ingresos; es habitual que estos profesionales alternen períodos de alta y de baja en el régimen de autónomos, para evitar el pago de las cotizaciones cuando no obtienen ingresos y no pueden hacer frente a los mismos, i así no pueden construir una vida laboral suficiente para tener derecho a prestaciones dignas de la seguridad social, estando condenados a la precariedad. La medida pretende adaptar el sistema de cotización al RETA de este sector, para paliar este problema.

Otra medida en proceso: han finalizado los trabajos para disponer de un borrador de texto normativo que recoge el acuerdo ya alcanzado con el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para actualizar y completar la normativa de 2019 que regula la compatibilidad de las pensiones de jubilación con el ejercicio de la actividad artística y la percepción de derechos de propiedad intelectual. Desde 2019, solo se contempla la compatibilidad de la pensión de jubilación con los derechos de propiedad intelectual. Fruto de los trabajos de la Comisión Interministerial del Estatuto del Artista, antes de fin de año se publicará la norma que también extiende la compatibilidad a los perceptores de pensiones no contributivas con un tope máximo, alcanzando la medida a los sectores más vulnerables.

El trabajo cultural tiene algunas especificidades, como su intermitencia y, en parte, también su permanencia, y nuestras leyes, en cambio, están pensadas con carácter generalista y universal

Estos son solo algunos ejemplos que he querido recoger para que seamos conscientes de la precariedad en la que viven su profesión tantos y tantas artistas y de la necesidad de seguir avanzando en este camino. Estas medidas tienen como objetivo mejorar el estatus profesional de esos artistas, trabajadores de la cultura, ¿recordáis? Se trata de mejorar su protección laboral y social y dotarles de un marco jurídico estable adaptado a las particularidades de su desempeño. Porque como manifestaba el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, “el trabajo cultural tiene algunas especificidades, como su intermitencia y, en parte, también su permanencia, y nuestras leyes, en cambio, están pensadas con carácter generalista y universal”. Totalmente de acuerdo, y por ello aplaudo los avances conseguidos en este primer año de funcionamiento de la Comisión Interministerial para el Desarrollo del Estatuto del Artista, que ronda el 79% de las medidas aprobadas en el documento de 2018. ¡79% cultura!

“Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor.”

John F. Kennedy

 

Artículo publicado en Club Còrtum el 17/10/2022

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